Personalmente, le cogí muchísima manía a Emma, la famosa madame Bovary; pero acabé por sentir lástima por la vida tan vacía, triste y escasa de sentido que ella misma se había construido. Después de todo pienso que ella no es la verdadera víctima: la que peor sale en esta historia es su hija Berthe, a la que Emma ignora con un desdén inhumano, y el pobre y ordinario Charles, quién es incapaz de satisfacer a Emma como marido por su gran falta de carisma, y otros mil defectos que ella y sus reproches le atribuyen. 

Es una historia que nos hace pensar en cuán inconforme puede llegar a ser la mente de la mujer, una mente compleja y capaz de llegar al engaño y a las más descabelladas locuras para satisfacerse. Esto quizá suene algo sexista, incluso machista. Tal vez si la historia hubiese estado escrita por una mujer, hubiese sido completamente diferente. Pero Madame Bovary es un ser humano, ante todo, y vive las cosas de una manera tan ardiente que al entrar en la novela puedes olvidar todos los prejuicios y simplemente ver a una persona tras todo ese abatimiento sin fin, sin importar su género.