G.A. Bécquer, Rima LXVI
16:30
¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío
y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves
y de eternas
melancólicas brumas;
en donde esté una piedra
solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
El tema de este
poema es la vida. El poeta hace una melancólica reflexión sobre su paso por
ella, y se da cuenta de lo anónimo que es en este mundo lleno de dolor y
sufrimiento; y sobre los pasos que lo han llevado hasta donde se encuentra.
Este poema está
dividido en dos partes:
En la primera
parte, el Yo lírico comienza con una pregunta retórica hacia la persona a la
que se dirige.
Reflexiona sobre el camino que ha recorrido
durante su vida, y le sugiere a su interlocutor que, si desea saber de dónde proviene,
debe buscar el más áspero y horrible de los senderos. Este sendero es la mala
vida por la que ha estado caminando hasta el momento. Toda su vida, desde el
momento de su nacimiento, ha estado vagando, desamparado. Se define como un ser
desalmado, pues dice que su alma, destrozada, la dejó enredada entre las
espinas de unos arbustos para siempre.
El Yo lírico vive
en una absoluta pobreza espiritual, y para ello el poeta utiliza la alegoría de
los pies descalzos. Sus pies no tienen nada en lo que apoyarse, y están
desnudos al dolor que le ofrece el mundo. Sin refugio. Como él mismo.
Ya, desde su
nacimiento, el Yo lírico queda señalado con el dolor que lo marca de por vida.
Los elementos
utilizados en la primera parte del poema son oscuros, y se presenta un paisaje
desolado y crudo para representar su nacimiento; cuando este acontecimiento
debería suponer todo lo contrario para una persona: alegría, compañía y
dulzura. Pero es que, al parecer, el Yo lírico es incapaz de encontrar nada
positivo de su pasado. La primera estrofa está cargada de soledad.
En la segunda
parte del poema, el Yo lírico parte desde su presente, hacia el futuro que se
figura que le espera.
El poeta evita
hacer referencias positivas o esperanzadoras para lo que le queda de vida. Como
nuevas emociones que están por vivir, años felices que aún tiene por delante,
etc. Lo que hace es centrarse en el momento de su muerte. Pues para él, ese es
el ciclo de la vida: nacer, hacer una pequeña estancia llena de sufrimiento,
dolor y soledad en la tierra, y cuando el momento llegue, retirarse sin que
nadie recuerde si quiera su nombre.
Piensa que cuando muera nadie lo recordará,
que estará, textualmente, <<donde habite el olvido>>. Pues siente
que su paso por la vida ha sido tan insignificante, que la roca que se
encuentre sobre su cuerpo inerte ni siquiera llevará su nombre.
El paisaje que
nos presenta es bastante similar al de la primera estrofa. Como buen romántico,
el poeta se ayuda de elementos de la naturaleza para expresarse.
La segunda
estrofa está plagada de niebla, nieve y oscuridad. Todo esto infunde un
sentimiento de serenidad y calma, pero también de frialdad. La paz de la
estrofa está inculcada por la muerte, pues cuando el Yo lírico haya dejado de
existir, su maltrecha vida y su dolor también desaparecerán. Pero para siempre
será un ser desgraciado. Sobre su vida nunca ha caído un rayo de luz, y el
poeta cree que cuando muera su situación dista de mejorar. Su cuerpo se sumirá
solitario en los fríos páramos y nunca nadie más sabrá de su paso por la vida.
0 comentarios