G.A. Bécquer, Rima LIII
15:34
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!
Tema:
El tema de este poema es cómo, ante una ruptura amorosa, siempre uno de los integrantes de una pareja avanza, mientras el otro se queda encadenado al desamor. En este caso, el ciclo de la vida es inmune ante los sentimientos del poeta: todo sigue adelante mientras él se queda estancado.
Primera estrofa:
El Yo lírico, comienza el poema, en segunda persona, dirigiéndose a su amada desde un presente en el que ya no están juntos sentimentalmente.
Él es consciente de que la vida para ella seguirá externamente igual sin él. Se sabe innecesario, pues las estaciones cambiarán, y con la primavera, volverán las golondrinas a su balcón; pero, en el fondo, nada volverá a ser lo mismo para ninguno de los dos. Pues aunque su vida siga, impasible, habrá cambiado lo más esencial: le faltará él para compartir esos momentos.
Todo tendrá la posibilidad de renacer con el tiempo de nuevo, salvo el amor que sentían el uno por el otro; y esto es lo que más atormenta al poeta.
Segunda estrofa:
Sabe que las madreselvas volverán a crecer aunque él no esté, las flores que la vida le ofrece se volverán a abrir para ella. Disfrutará de nuevas oportunidades, nuevos comienzos y alegrías, un nuevo futuro. Pero él no estará presente en nada de eso. Él, de ese momento en adelante, solo será un simple espectador.
En tono de reproche, el Yo lírico recuerda a su amada los momentos que pasaban juntos por la mañana, mientras contemplaban las gotas de rocío deslizarse ante ellos, como lágrimas del día, contrastada con su mutua felicidad. Y le deja caer que esos momentos no volverán jamás. El poeta, en medio del mar de desamor en el que se encuentra, piensa que recordando a su amada todo lo que pasaron juntos, conseguirá reanimar su corazón, y que ésta acabará por echarlo en falta de nuevo.
El poema tiene un tono continuo de reproche, y también algunos matices de nostalgia. Pues para el Yo lírico es difícil tener que comenzar de nuevo sin su amada, y le es inevitable recriminarle que para ella resulte tan sencillo.
Tercera estrofa:
En la tercera y última estofa, el poeta vuelve a hablar a su amada sobre el futuro que le depara sin él. Aunque el Yo lírico no quiera, no puede evitar admitir que algún día, aparecerá un hombre nuevo en la vida de su amada, y que, probablemente su corazón dormido, incapaz de sentir nada por él, vuelva a despertar y logre enamorarse nuevamente de ese otro.
El Yo lírico siente un torrente de emociones: celos, angustia, reprobación… Lo único que le devuelve la calma es la certeza de que nadie nunca será capaz de amar a su dama como él lo hizo. Era tanta la idolatría que sentía por ella que la tenía como su propia diosa, estaba absorto y prendando de ella, como buen romántico, la tenía como un todo en su vida. Y no cualquiera es capaz de entregarse de la manera que lo hizo el poeta
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