G.A. Bécquer, Rima XIV
15:31
Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,
la imagen de tus ojos se quedó como la mancha oscura, orlada en fuego,
que flota y ciega si se mira al sol.
Adondequiera que la vista fijo
torno a ver sus pupilas llamear;
mas no te encuentro a ti, que es tu mirada:
unos ojos, los tuyos, nada más.
De mi alcoba en el ángulo los miro
desasidos fantásticos lucir:
cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.
Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer:
yo me siento arrastrado por tus ojos,
pero adónde me arrastran no lo sé.
Tema:
El tema de este poema es el amor a primera vista; y lo que esta ceguera comporta al poeta al no conocer realmente a la persona de la que se queda prendado.
Primera estrofa:
El poeta comienza, desde la primera estrofa, hablando en segunda persona, dirigiéndose a su amada. El Yo lírico se siente atormentado por ésta, pues la mirada brillante de ella bastó para cegarlo de por vida. La ve en todas partes.
Compara a su amada con el mismo sol: bastó verla, fugazmente, solo una vez, que la luz que desprendía su persona fue tan grande que caló en sus ojos y lo deslumbró.
Piensa que su mirada, el espejo del alma, esconde tras sí una personalidad igual de pura y brillante.
Segunda estrofa:
Se podría interpretar que lo que ha sufrido el Yo lírico ha sido lo que se conoce vulgarmente como un flechazo. Las pupilas de su amada se posaron sobre él, y esto lo cautivó fuertemente, pues la mirada de ella está en todas partes a las que el Yo lírico dirige su vista, desde que la vio, como una aparición celestial. Pero es esto lo único que tiene de ella, el recuerdo de su mirada ardiente, inolvidable.
Mas ella no está presente en su vida, le dio una mirada y se marchó. Ahora el poeta está condenado a vivir con la visión constante de sus ojos, y con el martirio de recordarla y no poder tenerla.
Tercera estrofa:
En la tercera estrofa, el Yo lírico confiesa que los ojos de su amada se han vuelto su obsesión, pues siente que hasta en sueños lo persigue, que cuando duerme los ojos de la dama están presentes en su alcoba, observándolo prudente desde la distancia. La dama se presenta como una mujer misteriosa, ardiente, con una mirada característica, que la hace indescifrable. En ningún momento el poeta menciona si hay una reciprocidad en lo que él siente; ni siquiera sabe si volverá a verla. Pero ella ha calado tanto en su alma, que no existe un momento en el que pueda alejarse de su recuerdo.
Cuarta estrofa:
En la cuarta estrofa, el poeta logra ser objetivo por vez primera, y entender que quizá esta visión constante de su amada no le traiga nada conveniente. Compara la mirada que lo persigue con una luz en la noche que puede que en el fondo, quiera conducirlo a un mal camino, donde enloquecerá y perderá totalmente su capacidad de decidir. Mas ya es tarde, pues los ojos de su amada lo arrastran y él no opone resistencia alguna, a pesar de no saber a dónde va. Pues es ella quién lo guía, y aunque el camino sea largo y solitario, su perdición le impide abandonar y coger por otra vía.
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