G.A.Bécquer, Rima XI
19:18
—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú!
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú!
El tema de este poema es la idealización del amor. El poeta
ha llegado a un punto de su vida en el que no se contenta con ninguna persona
que se muestre transparente y abierta ante él. Idealiza a las personas menos
indicadas y con tendencia a rechazarlo, y por lo tanto, su sufrimiento es doble
y totalmente provocado por él.
Este poema está estructurado en tres diálogos que tiene el
autor con tres mujeres distintas.
La primera, en la primera estrofa, le dice que es morena,
ardiente, y que ansía complacerlo. Es bien sabido que el autor tuvo muchos desengaños amorosos y sufrió más
de la cuenta por amor, pero en esta ocasión, una atractiva mujer se le presenta
y se ofrece a él, sin pedir más. El Yo lírico se niega, alegando que no es ella
a quién busca. Sería demasiado fácil.
Esta estrofa puede interpretarse como una oportunidad real de poder estar con una mujer de las cualidades
descritas, que ha rechazado el poeta en su vida privada. Al estar buscando algo
más complicado, por puro masoquismo, lo ha preferido dejar correr, perdiendo la
ocasión de ser feliz, junto a una persona que tenía interés en él.
En la segunda estrofa, se presenta una mujer pálida y de trenzas rubias, como un vivo
cuadro de Botticelli, que tampoco duda en hacerle un ofrecimiento sobre su
persona. Se define como una mujer que
podría traer felicidad a su vida, y que lo trataría de una forma cercana y
cariñosa.
Mas el poeta se niega, pues
tampoco es ella a quién busca.
Tanto la rubia como la morena son una representación de las
mujeres reales, ardientes o inocentes, pasionales y dulces, con las que el
poeta nunca ha preferido estar, pues al ser un eterno enamorado del amor, y de
sentir el sentimiento amoroso al extremo, prefiere estar en relaciones
complicadas, para poder sentir el placer de sufrir por amor de vez en cuando.
Esto aprecia mejor en la última estrofa. La tercera mujer
del diálogo le confiesa que no puede amarle, que ella es un amor imposible, una
ilusión. No se ofrece a él, pues sabe que le traerá sufrimiento. Pero ésta tiene un aura
de misterio y crispación que acaparan la atención del poeta desde el primer
segundo. Y es que a la tercera mujer no la ve como a una persona; es la
representación del propio amor; la forma que tiene el poeta de distorsionar
románticamente a una persona que no le corresponde amorosamente. El amor es incorpóreo, intangible, un fantasma de
niebla y luz. Es ambiguo. Si el poeta elige este camino se condenará para
siempre, pues andará eternamente por un camino de niebla y soledad, pudiendo
estar con las anteriores mujeres, que le hubiesen entregado lo que él merecía.
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